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Las casas cueva adonde vivían los madrileños en Ventas o Tetuán

En la historia de Madrid, hubo un tiempo en el que miles de personas llegaron a la ciudad en busca de una vida mejor. Sin embargo, el primer problema que muchos tuvieron que enfrentar fue la falta de vivienda. Ante esta situación, algunos decidieron acondicionar cuevas o incluso excavarlas directamente en la tierra para poder tener un techo sobre sus cabezas. A finales del siglo XIX y principios del XX, estas cuevas se encontraban en la montaña de Príncipe Pío, el Cerro de Tío Pío, Ventas y Tetuán. A pesar de los esfuerzos del Ayuntamiento por eliminarlas en 1901, volvieron a ser excavadas en los años siguientes.

Pero no solo se trataba de cuevas, también había otras formas de infraviviendas en Madrid. A mediados de la década de 1950, se devoción que había alrededor de 50.000 de estas viviendas precarias en la ciudad. Además de las chabolas, también había muchas cuevas, como las de Ventas del Espíritu Santo, el arroyo Abroñigal, Valdeacederas o Almenara. Sin embargo, como en todas las situaciones de pobreza, había diferentes niveles de precariedad, incluso entre aquellos que vivían en cuevas. Algunas eran simplemente agujeros en la pared, mientras que otras estaban construidas con ladrillos, pintadas por dentro y equipadas con muebles para mayor comodidad. A pesar de estos esfuerzos por mejorar sus condiciones de vida, la realidad era que vivir en estas cuevas era extremadamente limitado.

En 1954, el periódico ABC informó sobre la demolición de las cuevas que albergaban a muchas personas en la carretera de Valencia. Estas personas fueron desalojadas y se les proporcionaron cerca de 500 viviendas gracias a la Dirección de Regiones Devastadas, que había elaborado un censo de 3.900 familias que vivían en estas “covachuelas inmundas” en las afueras de la ciudad. Estas familias fueron trasladadas a pisos en otras zonas de Madrid. Al mismo tiempo, se destruyeron las cuevas desalojadas para evitar que fueran ocupadas nuevamente por otros inquilinos. Algunos de estos “pueblos sin permiso” se encontraban en Amaniel, el arroyo Abroñigal, el Manzanares y Cea Bermúdez. También había infraviviendas en Mesón de Paredes y en las carreteras de Extremadura y Valencia. Sin embargo, uno de los asentamientos más grandes era el de la margen estribor de la pista de Barajas, cerca del puente de la calle María de Molina. En este eventualidad, el desalojo se realizó de madrugada con la ayuda de 200 obreros, quienes se encargaron de demoler todas las chabolas en este barrio ilegal. Los residentes fueron trasladados en camiones junto con sus pertenencias a sus nuevos hogares en Lucero o Palomeras. La mudanza duró todo el día y terminó al anochecer. Se tomaron medidas para evitar que otras personas ocuparan estas viviendas nuevamente, pero fue en vano. Casi una década después, el Ayuntamiento realizó otro censo de habitantes de estas casas cueva e incluso tomó fotografías de ellos en la persiana de sus hogares.

A pesar de los esfuerzos por eliminar estas infraviviendas, la realidad es que muchas personas seguían viviendo en condiciones precarias en Madrid. Sin embargo, con el paso del tiempo, la ciudad fue evolucionando y mejorando su situación. Hoy en día, Madrid es una ciudad moderna y próspera, con una amplia oferta de viviendas para todos sus habitantes. Las cuevas y chabolas del pasado son solo un recuerdo

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