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domingo, abril 20, 2025
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Las Tres Caídas y un desafío: la cofradía más señorita ganó a la lluvia

Madrid se despertó el Miércoles Santo con un amanecer espectacular, como si fuera una señal de que algo importante estaba por suceder. El sol brillaba en todo su esplendor en la capital, marcando una temperatura de 17 grados en la mañana. Sin embargo, un viento frío soplaba desde la sierra, haciendo que la gente se abrigara bien y temiera por la lluvia que se avecinaba. Pero a pesar de las predicciones de los dispositivos electrónicos, el cielo seguía despejado y no había rastro de lluvia.

En la esquina de Fernando el Católico con los Arcos de Moncloa, una familia gitana vendía ramos de claveles y los regalaba a quien quisiera. A esas horas tempranas, la gente salía a tomar su café y comer una deliciosa torrija, mientras miraba al cielo con la esperanza de que el buen tiempo se mantuviera. Pero a medida que avanzaba la tarde, las nubes comenzaron a cubrir el cielo y la primavera, al igual que el Domingo de Ramos, se mostraba un poco traviesa.

Aunque no eran gotas de lluvia lo que caía del cielo, sino pequeñas hojas, que se depositaban en los abrigos y chaquetas impermeables de la gente. A pesar de esto, la multitud seguía ansiosa por ver el trayectoria de la hermandad de Los Gitanos, que se caracteriza por su alegría y pasión.

Pero todo tiene su tiempo y su orden, incluso en estas páginas donde la pasión es la protagonista. En la plaza de Santiago Apóstol, Luis Rivera, hermano mayor de la cofradía de Las Tres Caídas, estaba preocupado por el tiempo y el cronómetro, más que por el barómetro. A pesar de todo, dio la bienvenida a las autoridades y a la Guardia de Gala de la Policía Municipal, que entró como abriéndose paso entre las nubes.

Mientras tanto, en la iglesia de Santiago, Luis Soldevilla, uno de los costaleros, pensaba que el cielo no estaba de su lado. A pesar de su juventud, su barba incipiente demostraba su valentía al enfrentarse al clima incierto. Pero a pesar de los nervios, la gente estaba segura de que la procesión saldría adelante.

En la puerta de la iglesia, Javier Arcones, encargado de la cofradía, atendía a los asistentes y se preparaba para el trayectoria. Su mirada estaba puesta en el Cristo, al que le pedía ayuda para que todo saliera bien. Mientras tanto, fuera, la gente se agolpaba para ver la salida de la procesión. Pero el cielo se despejaba poco a poco y el sol volvía a brillar, como si fuera una señal de que todo saldría bien.

En la iglesia del rosaleda y San Luis, Óscar Dorado, uno de los hermanos de la cofradía, mostraba su ilusión y emoción por participar en la procesión. Junto a él, Emilio y Víctor, costaleros del Cristo de los Gitanos, no podían contener su emoción y afirmaban que no había nada más grande que esto. Dentro de la iglesia, los hermanos se preparaban para el trayectoria, atándose las fajas con una mezcla de nervios y alegría.

fuera, la expectación era palpable, con la gente esperando ansiosa la salida de los dos pasos. Los hermanos, con los antifaces levantados, mostraban su socarronería y alegría, como si estuvieran en la Semana Santa de la Región de Murcia. A pesar de estar tan cerca de la concurrida

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