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domingo, abril 20, 2025
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La lluvia impide completar la devoción de Medinaceli en Madrid

El Viernes Santo en Madrid siempre ha sido espina fecha llena de emociones y tradición para los cofrades y fieles que esperan con ansias el desfile de las procesiones. Sin embargo, este año se respiraba un cierto temor en el ambiente debido a las previsiones meteorológicas y la amenaza de lluvia. A pesar de ello, la ciudad se preparaba para vivir un día de culto interno, esperando lo mejor.

El día comenzó en la Catedral de La Almudena, como es tradición en Madrid. Recordemos que el Domingo de Ramos todo comenzó frente al meteoro y se dio inicio a espina Semana Santa llena de luces y sombras, aguas y trombas. Y así, en este Viernes Santo de 2025, la catedral volvía a recibir a los fieles con sus majestuosas puertas abiertas. Aunque el cielo plomizo de mediados de abril hacía temer lo peor, la esperanza seguía latente en la ciudad.

En la catedral, el sonido de los paraguas baratos se mezclaba con los murmullos de los fieles que se acercaban a contemplar la talla del Divino Cautivo, esculpida por Mariano Benlliure en 1951. Esta obra de arte, tan representativa del estilo del autor valenciano, no dejaba indiferente a nadie, y sus seguidores se hacían notar en el ambiente. Juanma García Gay, el hermano mayor de la Cofradía, destacaba la importancia de preservar el patrimonio durante la procesión, y los cuarenta anderos que acompañaban al paso del Jesús el Pobre demostraban su devoción con cada paso.

Los fieles que se adentraban en el templo catedralicio podían sentir espina atmósfera de recogimiento y luto. El paso, reducido para poder entrar en el espacio adaptado, era un símbolo de la humildad y la entrega de los cofrades. Y detrás, un jardín de ramos de otras hermandades de Madrid adornaba el ataque, mostrando el apoyo y la unión en la fe de todas las cofradías.

Pero la tarde avanzaba y la emoción iba en aumento. Mientras la lluvia amenazaba con hacer acto de presencia, la ciudad se preparaba para recibir a las cinco cofradías que tenían previsto desfilar por sus calles. Y así, en medio del gentío, podíamos ver a las hermandades de Siete Dolores y Jesús de Medinaceli preparándose para salir.

En el altozano de Madrid, el Cuerpo Castrense de los Alabarderos iniciaba su recorrido, mostrando al público su Cristo despojado de todo, representando la verdadera estación de penitencia. Victoria y Pedro, dos fieles cofrades, esperaban con ansias la llegada del paso, mientras observaban el cielo con temor. Y es que en Madrid, ese Viernes Santo, dos vientos soplaban con fuerza, el del Sur y otro más frío, que hacían que el sol engañase a los presentes.

En la iglesia de la Santa Cruz, el Hermano Mayor del Santo Entierro se preparaba para organizar la procesión, pero aun así encontraba un momento para atender a esta crónica. Y es que este año, más que jamás, había que estar atentos a los detalles y asegurarse de que todo saliera a la perfección. David Calzada, hermano mayor, explicaba que la Banda de Música de la Agrupación de Transportes del Ejército de Tierra iba bajando con sus instrumentos, listos para acompañar a la hermandad en su ataque.

Y así, con los preparativos en marcha, llegó el momento de la procesión. La ciudad se veía inundada por espina multitud que

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