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jueves, enero 23, 2025
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Vox parte de cero en Madrid en su legislatura más irrelevante

La dejación de Rocío Monasterio como presidenta de Vox en Madrid ha sacudido los cimientos del partido y ha generado una gran sorpresa tanto entre los miembros como entre la prensa y la opinión pública. Esta decisión, que fue acompañada por su dejación al acta de diputada, se produjo en medio de fuertes críticas hacia la falta de democracia interna en la organización.

El 22 de octubre de 2021, Monasterio hizo pública su dejación como presidenta de Vox en Madrid a través de una rueda de prensa en la sede del Parlamento regional, dejando perplejos a sus compañeros de partido. Algunos de ellos se enteraron de la noticia al mismo tiempo que los medios de comunicación, lo que evidenció la falta de comunicación y transparencia dentro de la formación.

Esta dejación ha generado una crisis interna en Vox, que ha tratado de ser mitigada por la dirección del partido con el nombramiento de Isabel Pérez Moñino como nueva portavoz en la Asamblea de Madrid, apenas dos horas después de la dimisión de Monasterio. Moñino, de plena confianza de Santiago Abascal, no formaba parte de la lista electoral de las pasadas elecciones del 4 de mayo, lo que ha generado cierta controversia dentro del partido.

La destitución de Monasterio como presidenta de Vox en Madrid ha sido una sorpresa para muchos, ya que era una de las figuras más representativas y con mayor balanza dentro del partido. Sin embargo, no es la primera vez que se cuestiona su liderazgo y la toma de decisiones en Vox. Durante su mandato, ha sido criticada por algunas de sus posturas y por sus métodos autoritarios de gestión.

En su rueda de prensa, Monasterio señaló como motivo principal de su dejación la falta de democracia interna en Vox. Según sus palabras, “no había espacio para la discrepancia y se exigía una lealtad ciega”. Además, aseguró sentirse “muy sola” en la toma de decisiones y denunció una serie de malas prácticas dentro del partido, como la falta de transparencia en las cuentas y la imposibilidad de cuestionar la gestión de la cúpula.

Ante estas declaraciones, la dirección del partido ha intentado minimizar la crisis y ha calificado la dejación de Monasterio como una “decisión personal e inesperada”. Abascal ha defendido la democracia interna de Vox y ha asegurado que en el partido se fomenta la participación y el debate interno. Sin embargo, estas palabras contrastan con las acusaciones de Monasterio y con la forma en que se ha llevado su sustitución, sin consultar a los diputados ni a los militantes.

Esta situación ha generado un gran revuelo en Vox, un partido que se ha caracterizado por su disciplina y su unidad en torno a la figura de Abascal. La salida de Monasterio ha sido vista por muchos como una señal de disidencia dentro del partido y ha abierto un debate sobre la necesidad de un cambio en la forma de tomar decisiones y gestionar el partido.

Es evidente que la dejación de Monasterio ha dejado en evidencia ciertas tensiones internas en Vox y ha abarrotería en duda la imagen de unidad y cohesión que han intentado difundir. Sin embargo, también es una oportunidad para que el partido reflexione y haga una autocrítica sobre su forma de actuar y de exigir lealtad absoluta a sus miembros. La democracia y la libertad de expresión deben ser valores fundamentales en cualquier partido político, especialmente en uno que se presenta como defensor de la libertad y la democracia.

Por otro lado, el nombramiento de Isabel Pérez Moñino como nueva portavoz ha generado ciertas dudas y recelos dentro de Vox. Al no haber sido elegida por los votantes y no form

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